Escuchando Vetusta Morla de fondo, hay días que son raros… Hay días en los que siento que algo no va bien. No sé si lo habéis sentido alguna vez, con mis amigas lo solemos llamar “crisis existencial”. No tengo claro qué es, pero notoese nudo en la garganta. El corazón se te hace migas. Te aguantas las lágrimas o dejas que campen a sus anchas. Porque es que hay momentos en los que me paro a pensar y me doy cuenta que me he equivocado. Que pensaba que había caminado lejos, que había llegado a mi destino, y sin embargo me encuentro en el mismo lugar de siempre. Plantada, incapaz de mover un músculo, echando raíces en suelo árido.
Ni siquiera sé dónde quiero llegar.
Que me rijo por las normas. No quiero defraudar a nadie, no quiero incumplir promesas. Quién me manda a mí prometer nada, como si no tuviera suficiente con no equivocarme. Voy dando consejos, aquí y allá, guiada por mis opiniones salpicadas de experiencias. Y yo, que no tengo idea de nada, he aprendido que las personas tienden a decepcionar contra todo pronóstico, que los finales felices son escasos, aunque por el camino nos llevemos muchas alegrías. Y sé que podría hacer las cosas diferentes, pero prefiero salirme del camino, dejarme llevar por los problemas, que me llaman como canto de sirena. Es agotador pensar en todos menos en ti mismo, y me da por tirar la casa por la ventana. Conmigo dentro. Porque pensaba que estaba caminando hacia mi destino, pensaba que tenía las cosas claras, y sólo estoy vagando hacia ninguna parte. Que no sé si será que me gustan los problemas, como nos cantan Los Rodríguez en su Dulce Condena, y no sé si yo estaré viviendo la mía.
Que a los fantasmas del pasado les da por aparecer cuando los dabas por enterrados. Y recorren los pasillos de tu vida, llevándose todo a su paso. ¿Y los planes de futuro? Se desbaratan, se trazan y se desmoronan. Dime, prefieres una vida estable, con sus cosas buenas en su justa medida. O prefieres una montaña rusa, de idas y venidas, de grandes felicidades pero también terribles decepciones.
Cuando estás en un buen momento de tu vida, ¿lo reconoces? ¿O sólo lo ves cuando ha pasado y te das cuenta que las cosas han cambiado para mal? Cuando estás en una buena etapa, que algunos los llaman racha, otros buena suerte, ¿qué es lo que cambia para que la ley de Murphy vuelva a tener razón? Lo cierto es que no sé si superamos un mal momento, o simplemente nos acostumbramos a él. No sé si llegamos a perdonar, o simplemente las memorias son a corto plazo; los bueno sale a flote y lo malo tendemos a hundirlo en el fondo del mar.
No sé si he llegado a resolver mis problemas o me he decantado por la negación. Sé que tengo la solución para muchos de ellos, pero es más fácil ir evitando los obstáculos, hasta encontrarme uno que no pueda esquivar. A lo problemas hay que hacerlos frente. Pero, bueno, eso es simplemente la teoría. No hay nadie imprescindible, y las cosas no son como nos las habían contado. Que los cuentos y las historias son sólo eso, la vida es un poco más complicada.
Creo que todo se basa en actuar. Dejar de regodearnos en nuestros problemas. Pensar en cuáles son y cómo se solucionan. Afrontarlos. Y hacer un montón de cosas que no nos apetecen pero que, a la larga, son lo mejor para nosotros.
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